Hace varios años atrás hice algo que en otro momento no lo hubiera hecho. Durante un recorrido periodístico por la Ruta de las orquídeas, en la vía Baños - Puyo, paramos en el puente del río Blanco. Allí se practica el salto del puente en péndulo. Los nervios se apoderan desde el momento de que se dice sí y le empiezan a colocar los arnés y el casco. Cada paso hacia el filo del puente es lento, como si esos segundos duraran más. A un paso del salto, el cuerpo y la mente exigen un paso atrás. Con un empujón, volé. Tenía la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo. La relajación llega al momento de sentir la firmeza de la cuerda. Desde ese momento se disfruta del paisaje, uno se columpia ya con la tranquilidad de que el riesgo terminó. Al pisar en suelo firme, las piernas tiemblan. Uno no asimila lo que acabó de ocurrir. En el recuerdo queda ese acto de valentía, ya que ahora lo pensaría dos veces antes de saltar. Fotos: Darwin Borja Salguero.