Este viaje fue por casualidad. Estaba trabajando en Cuenca y me dieron el dato que había una charla sobre periodismo económico en el IDE. En ese momento estaba a cargo de la página de Economía de Diario El Tiempo y valía la pena ir a escuchar la conferencia de un periodista ecuatoriano que trabajaba en la CNN en español.
La capacitación era a las 08h00 de un sábado y salí a las 03h00 de Cuenca. El viaje fue tenaz. Antes de salir de la capital azuaya, el cobrador (chuleo para los cuencanos) hizo bajar a dos personas que no querían pagar sus pasajes. Con una habilidosa aplicación de la defensa personal, el ayudante los bajó y los dejó en un destacamento de Policía.
Desde ese momento, para mí el viaje estaba lleno de tensión, a tal punto que permanecí despierto en todo el recorrido. A eso se sumaba que los días previos se escuchaba sobre la inseguridad en Guayaquil (sólo a mí se me ocurre ver crónica roja los días previos). Pero ya había preguntado por dónde tenía que caminar y qué hacer, qué taxi debía coger. Llegué a las 06h30 a la capital del Guayas y en la terminal terrestre tuve que quemar tiempo (desayunando con tanta lentitud) para estar en el lugar del curso a las 08h00, cerca de la afamada avenida Nueve de Octubre.
A mi me pareció chevere la terminal, con su ambiente de mall, muy distinto al de Quito y Cuenca. Cogí el taxi y me fui al lugar. Al salir, como a las 11h00, decidì caminar por la avenida Nueve de Octubre en dirección al Malecón. Mi mirada estaba en todas las direcciones, más como mecanismo de prevención. Pero no pasó nada. Llegué al lugar y empecé a caminar, ahí admiré el río Guayas y cómo se apoderaron de las orillas del río con bloques de cemento. Un viaje a la Costa no es viaje sin comer algunas de las especialidades como un ceviche mixto.
El retorno (a las 14h00) fue más tranquilo. Cogí un taxi amarillo afuera del Malecón en dirección a la terminal. En el primer bus que salía en ese momento me regresé a Cuenca. En ese momento comprobé que la ciudad puede ser peligrosa, pero también amigable con el turista. Mis percepciones de inseguridad disminuyeron y se que hay que saber andar, como en toda ciudad, incluida Quito, Cuenca y Ambato.
La capacitación era a las 08h00 de un sábado y salí a las 03h00 de Cuenca. El viaje fue tenaz. Antes de salir de la capital azuaya, el cobrador (chuleo para los cuencanos) hizo bajar a dos personas que no querían pagar sus pasajes. Con una habilidosa aplicación de la defensa personal, el ayudante los bajó y los dejó en un destacamento de Policía.
Desde ese momento, para mí el viaje estaba lleno de tensión, a tal punto que permanecí despierto en todo el recorrido. A eso se sumaba que los días previos se escuchaba sobre la inseguridad en Guayaquil (sólo a mí se me ocurre ver crónica roja los días previos). Pero ya había preguntado por dónde tenía que caminar y qué hacer, qué taxi debía coger. Llegué a las 06h30 a la capital del Guayas y en la terminal terrestre tuve que quemar tiempo (desayunando con tanta lentitud) para estar en el lugar del curso a las 08h00, cerca de la afamada avenida Nueve de Octubre.
A mi me pareció chevere la terminal, con su ambiente de mall, muy distinto al de Quito y Cuenca. Cogí el taxi y me fui al lugar. Al salir, como a las 11h00, decidì caminar por la avenida Nueve de Octubre en dirección al Malecón. Mi mirada estaba en todas las direcciones, más como mecanismo de prevención. Pero no pasó nada. Llegué al lugar y empecé a caminar, ahí admiré el río Guayas y cómo se apoderaron de las orillas del río con bloques de cemento. Un viaje a la Costa no es viaje sin comer algunas de las especialidades como un ceviche mixto.
El retorno (a las 14h00) fue más tranquilo. Cogí un taxi amarillo afuera del Malecón en dirección a la terminal. En el primer bus que salía en ese momento me regresé a Cuenca. En ese momento comprobé que la ciudad puede ser peligrosa, pero también amigable con el turista. Mis percepciones de inseguridad disminuyeron y se que hay que saber andar, como en toda ciudad, incluida Quito, Cuenca y Ambato.
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