Aunque fue en autoferro, el viaje a la Nariz del Diablo fue una aventura. Cuando vivía en Riobamba hace ya 18 años era común recorrer de mi ciudad natal a Quito en la locomotora. Luego de tanto tiempo me picó el bichito de viajar en tren. Al haber poca información, lo que hice un viernes fue coger el último bus que sale de Latacunga en dirección a Cuenca. A las dos de la mañana del sábado llegué a Alausí y caminé por las calles desoladas del cantón de Chimborazo, al sur de Quito.
Al bajar del bus me quedé en la gasolinera que se encuentra en la Panamericana. Ahí tomé café a las dos de la mañana y luego caminé por una calle desolada en dirección al centro de la ciudad. A esa hora hacía frío. Los ladridos de los perros eran los únicos sonidos. En el momento en que ya estaba en la ciudad, que en realidad es muy pequeña, empezaron a aparecer los barrenderos. Era la primera vez que estaba en Alausí y a ellos les pregunté que en dónde me podía hospedar.
Al ser la primera vez uno tiene miedo de que le puede pasar lo peor, pero todo fueron miedos internos. Llegué al hotel y dormí hasta las siete de la mañana. Tenía que averiguar a qué hora sale el autoferro. Desayuné en la cafetería de la estación del tren. A esa hora todavía no sabían en qué momento salía. "Regrese a las nueve de la mañana", me decían. Ese momento de espera lo aproveché para caminar por la ciudad, subí las gradas para ir al mirador de la ciudad, en donde se encuentra San Pedro, el santo del lugar.
A las 09h00 estaba de nuevo en la estación. Me confirmaron que el autoferro salía a las 11h00. Otros minutos más de espera para recorrer por la línea del tren. En esos instantes de espera descubrí una ciudad tranquila, de gente amable y sobre todo, una ciudad amigable con el peatón. Para llegar de un lado al otro sólo se camina.
En el autoferro viví de nuevo esa experiencia de niño. Por un camino culebrero iba el vehículo de ruedas de metal. Las rieles serpenteaba montañas y precipicios. El destino era Sibambe. Para llegar a ese lugar había que pasar por la Nariz del Diablo, que es una bajada en zig zag de cerca de la cima de una montaña hasta las riberas del río. Desde los Andes se desciende a la Costa. El descenso no fue tan espectacular como el que antes se vivía al descender en una locomotara con varios vagones.
De Sibambe salen las dos vías, la una en dirección a Durán, en la provincia del Guayas, mientras que la otra va en dirección a Cuenca. Ambas están todavía inhabilitadas.
El retorno fue gratificante. Me saqué el bichito y a comer en el mercado de Alausí.
Por Darwin Borja Salguero Cerca de la capital de Ecuador hay varias opciones para disfrutar de un baño de agua caliente o con gas que proviene de fuentes de agua subterránea. Al oriente de Quito, a 40 minutos, se encuentra El Tingo. Aquí se encuentra un complejo de piscinas de agua termal (agua caliente que proviene de las entrañas del volcán apagado Ilaló). En vehículo particular se toma la Autopista General Rumiñahui en dirección al Valle de Los Chillo. En transporte público, los buses salen desde el sector del Playón de La Marín, en el centro de Quito. Otra opción son las piscinas de agua termal de La Merced. Se encuentran a 15 minutos al oriente de El Tingo. Al occidente hay dos opciones: Guangopolo y Cununyacu, pero el agua no es caliente como las anteriores localidades. Una alternativa más lejana es Papallacta. A dos horas al oriente de Quito, en la vía Pifo-Baeza, que une la Sierra (Andes) con la Amazonia ecuatoriana. En este lugar hay varios sitios para disfrutar del
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