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Travesía por un bosque milenario

Lodge Polylepis es un paraíso que rompe los esquemas. Las bajas temperaturas y las pocas horas de sol pasan a segundo plano.
La neblina, y a veces la lluvia, hace más mágico a este lugar. El bosque milenario de polylepis, que data de entre dos y cuatro millones de años, es el principal motivo para sentirse en un edén. Hasta el nombre del cantón y del páramo (El Ángel), en donde se encuentra, es otra de las señales que lo confirman.
La hostería, ubicada en el páramo de El Ángel, en la provincia del Carchi, tiene un clima que oscila entre los cinco grados y los 18 grados centígrados, pero a veces puede descender a cero.
Por eso, la primera recomendación es llevar ropa abrigada e impermeable, a más de botas de caucho. También se sugiere que antes de preparar las maletas se debe hacer las reservaciones porque Lodge Polylepis recibe máximo 60 personas por día. La razón es preservar este paraje único de polylepis y frailejones.

Trayecto
La hostería se encuentra a tres horas y media de Quito. En la Panamericana Norte hay dos desvíos a la ciudad de El Ángel. El primero, de sur a norte, está en el Valle del Chota.
Ya en el cantón del Carchi se toma la vía a la Reserva Ecológica de El Ángel. Polylepis está ubicada en la zona de amortiguamiento de dicha zona protegida.
En el trayecto se van descubriendo pueblos como La Libertad y San Francisco, que se caracterizan por sus casas de techos de teja y paredes de adobe. El camino lastrado serpentea zonas ganaderas. Si el clima ayuda, en algunos sectores de la vía se pueden observar varias panorámicas del paisaje andino.
Al llegar a la hostería, el ritual inicia con un jarro de zunfo (con un poco de aguardiente), una bebida preparada en base a esa planta de páramo con el fin de dejar a un lado el frío.
Las 20 cabañas para el hospedaje están distribuidas minuciosamente para que la afectación sea mínima al ecosistema. La arquitectura es de una casa de campo, con paredes de piedra y columnas de madera, techo de zinc cubierto por paja.
Cada una de ellas tiene el nombre de uno de los animales característicos de la zona. Por ejemplo, una de ellas se llama Cóndor porque a veces esta ave sobrevuela el sector.
Todas las cabañas tienen chimenea y baño privado, y sólo tres tienen jacuzzi.
El área más acogedora es el restaurante, aunque sea un poco obscuro por las pequeñas ventanas que tiene. Mientras espera la preparación de los platillos, puede estar sentado frente a la chimenea sentado en una de las bancas cubiertas con pieles de borrego o de vaca. El menú recomendado es el locro, la trucha al vapor, los choclos asados y el arroz con leche.

Aventura
Luego de recuperar energías por el largo viaje, la aventura está en los senderos de la hostería que tiene una extensión de 12 hectáreas. Las opciones de caminatas son múltiples.
Los guías, y a veces su propietario Fernando Acosta, son los encargados de dirigir el recorrido. A cada paso, ellos se detienen para indicar las plantas endémicas como la ortiga silvestre, la cicuta o el perejil silvestre (una planta venenosa), la achupalla, el pumamaqui, y algunas plantas medicinales. También se pueden observar algunas aves como el curiquingue, o mamíferos como el oso de anteojos, el zorro o los conejos.
Pero el bosque de Polylepis Incana es el que se lleva la mirada más atenta. Esta especie, también conocida como árboles de mil hojas, tiene al páramo de El Ángel como su último reducto.
El ambiente en el bosque es de mucho misticismo. Las innumerables ramas llevan la imaginación a aquellos lugares llenos de fantasía
Los riachuelos de aguas cristalinas serpentean entre las raíces de estos legendarios árboles. El lago de Patococha o de los deseos, en donde hay truchas silvestres, es uno de los sitios ideales para sentarse y admirar el paisaje. A unos pocos metros de allí hay un mirador, desde donde se puede observar el bosque; y a la vez cambiar a un ecosistema de pajonales y frailejones.
Incluso hay caminatas nocturnas en las que iluminados por antorchas, uno de los guías cuenta una de las leyendas. La neblina se convierte en el telón. Con el sonido de los riachuelos de fondo, la historia de amor entre Curupí (duende) e Ishuaquina se vuelve real. Pero por un conjuro, ambos se convirtieron en los árboles de pumamaqui y polylepis.
Actividades
En Lodge Polylepis también hay otras opciones. Hay caminatas más largas por senderos en los cuales hay como admirar al bosque de polylepis en todo su esplendor y estar más cerca de los frailejones, también conocidos como orejas de conejo por la forma de sus hojas.
Otra alternativa es montar a caballo, explorar el páramo y conocer más cascadas y lagunas. El objetivo de los recorridos más largos es observar a animales propios del lugar. Además hay como recorrer con bicicleta por otros caminos.
La hostería organiza visitas a las lagunas de Voladero, Yanacocha, Razococha; además de un paseo por el parque, museo e iglesia de la ciudad de El Ángel. También se planifica una travesía a las ruinas de una ciudad perdida de la cultura de origen Pasto, ubicada a seis horas a pie del lodge.
La estadía se complementa con un baño en las aguas termales de La Calera y con la pesca deportiva.
Lodge Polylepis tiene los certificados de cuidado ambiental y de turismo sostenible de Smart Voyager y de Rainforest Alliance. Por eso, los guías recomiendan a los visitantes la importancia de preservar la naturaleza. Además, la hostería capacita de forma continua a los pobladores de la zona sobre el tema, y les compra a ellos la mayoría de productos que se necesitan para la preparación de los platillos.
La visita a la hostería marca un reencuentro con la naturaleza. El misticismo del bosque es el legado que se va a la ciudad. El páramo de El Ángel, aquel paraíso que rompe esquemas, deja las puertas abiertas para que el retorno a este lugar de frailejones y polylepis sea muy pronto.

Artículo publicado en Revista Pacificard.

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